Relanzar la figura de Hugo Chávez en el ámbito nacional, de cara a las elecciones presidenciales del 2012, y frente a un panorama internacional nada halagador, representaba un reto para los asesores de imagen del desgastado caudillo, quien luego de 12 años de estar el poder, sólo puede exhibir un caos económico, político y social sin parangón en la estropeada historia contemporánea de Venezuela.
Ayer…
Chávez ha sido capaz de todo. Desde su penosa aparición en la vida pública de los venezolanos, en aquel fallido golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, hasta su llegada a Miraflores a través de las elecciones en 1998, este militar de izquierda ha utilizado todas las técnicas existentes para hacerse notar, para manipular, burlarse de las elites políticas de la época y para imponerse en el escenario nacional e internacional, contrayéndose un liderazgo pagado con la renta petrolera para lograr sus objetivos oscuros.
Desde el inicio, Chávez ha jugado con la buena fe de la sociedad venezolana, y ha utilizado las debilidades y malformaciones culturales, políticas e institucionales de la Venezuela de finales del siglo XX, para imponerse como la deidad del siglo XXI, infalible e invulnerable.
Una vez que asumió en poder, echó por tierra lo que quedaba de institucionalidad, destruyendo a su paso todo lo que encontró, y medio construyendo, de manera torpe pero consistente, un modelo de sociedad que no comulga con los intereses de los venezolanos, ni con su idiosincrasia.
Durante 12 largos años, la sociedad venezolana ha sido sometida a una especie de pesadilla mediática y verbal, que ha logrado trágicos frutos.
Los enormes logros de Hugo Chávez –lamentable- no se pueden exhibir en lo económico, en lo educativo, lo social, ni en salud ni en avances tecnológicos. No. Los grandes alcances de la “revolución chavista” se miden en los niveles de odio que se han engendrado en la sociedad, en el incremento del clientelismo, en la manipulación de las capas bajas de la población que han sido víctimas de las tretas sicológicas comunistas. Chávez ha sembrado en la mente del colectivo paradigma de una anti sociedad donde no existen valores, ni ética, ni responsabilidad social ni honestidad. Persisten dos Venezuela encerradas en un solo territorio abrumado por la incertidumbre de un futuro incierto.
Las viejas técnicas decimonónicas de manipulación de masas, reforzadas por los nefastos gobiernos totalitarios y autoritarios del siglo XX, fueron usadas magistralmente por Chávez para sembrar dependencia y sumisión, en la mente de una parte de la sociedad que carece de educación y de cultura.
En base de la manipulación de los pobres, la división de la clase media, la “extirpación” de oposición, la corrupción, la amenaza, la expropiación, la persecución y la imposición del miedo y el terror- como herramientas políticas- Chávez logró controlar el poder y gobernar a su antojo. Su temperamento, su disposición, su ambición y su megalomanía lo empujaron por perversos caminos que le garantizaban una “gloria internacional”.
A lo largo el trayecto, Chávez ha dejado ver sus flaquezas y sus debilidades, especialmente en aquellas oportunidades en las que las exigencias son superiores a su talento. Chávez ha dejado escapar su miedo y cobardía en algunas circunstancias en las que el caudillo ha preferido “enconcharse” o mantenerse en silencio, para pasar la marea.
El caudillo sabe de sobre que tiene un impresionante talento como manipulador, y que ha logrado con éxito trasformar fracasos en victorias políticas. Esta vez, no es diferente.
La enfermedad como escudo salvador
Chávez se ha atrevido -nuevamente- a capitalizar a su favor, la lástima del pueblo. “Su terrible enfermedad” es usada como herramienta para neutralizar la enorme lista de desafueros que se ha cometido su gobierno. Desesperadamente busca apagar las pasiones de sus demonios, llamando a una unidad que “únicamente él” puede garantizar.
Venezuela esta entrampada y frente a un abismo. Este es el resultado por la irresponsabilidad de una sociedad que lo aplaudió y lo dejó actuar a sus anchas. Para buscar una salida nos toca ponernos creativos, utilizar los mejores talentos e imponer la cordura como único elemento para sobrevivir al cáncer social que Chávez inyectó -sin vacilaciones- al país y que lo mantienen en estado moribundo, y al borde del abismo.