Vaya desde aquí para ustedes un gran abrazo y mi palabra de solidaridad, aliento, recordatorio y advertencia, movida esta no por el deseo de pontificar, sino por el temor de ver que mi amada Colombia emprenda el mismo camino que en diciembre de 1998 emprendió mi país, Venezuela, y del que hoy parece no encontrar retorno.
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Imagen cortesía |
De allí mi llamado al inmenso grupo de venezolanos a los que Colombia ha dado cobijo y, en especial, a los más de 2 millones paisanos facultados para votar en las elecciones presidenciales del próximo domingo 29 de mayo de este 2022. Tienen ustedes en sus manos, la posibilidad, bien de enmendar en caso de haber formado parte de los venezolanos que dieron el paso en falso el 6 de diciembre de 1998 o bien porque conocen al monstruo por dentro y quieren evitar que los colombianos también lo conozcan. Sea un caso u otro, tienen todos la noble misión de no dejar caer a Colombia por el despeñadero en que Venezuela se mantiene en caída libre desde hace 23 años. En sus manos está evitar que Colombia repita la aventura devenida en tragedia que cometió Venezuela con su funesta elección de 1998.
Que su voz y su acción en las urnas el próximo 29 de mayo, pueden evitar que Colombia mande al traste a la institucionalidad democrática, porque sólo ella, imperfecta y con desajustes sociales, económicos y políticos, es capaz de permitir los auténticos y verdaderos cambios que toda sociedad demanda en momentos de crisis. A ustedes, hermanos venezolanos, les corresponde alertar a los colombianos con que hacen vida, de que las promesas de una nueva institucionalidad solamente son el comienzo de la debacle del único sistema que garantiza la libertad y el pensamiento plural.
Háganles ver a los neogranadinos la oportunidad de oro que les está brindando en estos momentos la democracia de enarbolar sus banderas de cambio, pues después será imposible, cuando quienes hoy les enamoran con la promesa de una utópica sociedad, sean quienes les impidan ondearlas nuevamente. Solamente la democracia permite perfeccionar la democracia.
Refiéranles que sólo basta echar una mirada alrededor para constatar como se repite la agenda en otras sociedades que igualmente, como Venezuela, se arriesgaron al cambio y hoy ven amenazada su institucionalidad, los cimientos de sus repúblicas.
Subráyenles, que corren el riesgo de que estas sean las últimas elecciones democráticas de que disfruten, pues de nada sirve la celebración de decenas de comicios si estos no son libres ni justos.
Destáquenles, la importancia de un país donde los poderes públicos tienen fronteras infranqueables entre sí, porque de arriesgarse al llamado “cambio”, uno solo dominará sobre los otros y ya, nunca más, la justicia será libre, ni en el parlamento se debatirán ideas.
Y es que libertad será, entonces, una palabra y una acción irrealizable.
Ya no habrá igualdad de oportunidades electorales, sino un sello único que se repetirá una y otra vez sin posibilidad de poder borrar su tinta. Es que una de las características del “cambio” es la abolición de la disidencia, del pensamiento plural, del debate, de la rebeldía que hoy la democracia sí les permite ejercer.
Alértenles del peligro de dejarse llevar por quienes enfilan toda su artillería contra los medios de comunicación que hoy denuncian como bastiones de la oligarquía, pero que mañana, inexistentes, borrados del mapa, serán un deseo inalcanzable en un sistema que no permite la crítica y, mucho menos, la contraloría social.
Resáltenles la importancia de una Colombia unida, en la que la hermandad sea más importante que la ideología trasnochada, la cual es capaz de mancillar al ejercito llamado a la defensa del pueblo a cambio de prebendas. Esas Fuerzas Armadas que hoy son ejemplo de lucha contra el oprobio de la guerrilla y el narcotráfico, mañana estarán rendidas a los pies de esta.
El futuro de la patria no puede estar en manos de aventureros, sino de auténticos demócratas que promuevan el diálogo, la importancia del trabajo, del estudio y la investigación, así como la significancia del mérito, como formas de perfeccionamiento social.
Paisanos, como lo hizo Simón Bolívar en Angostura el 15 de febrero de 1819, alértenles a nuestros hermanos colombianos, que en sus manos —las de ellos y las de ustedes— no puede perderse la República el próximo 29 de mayo.
Maibort Petit
Una venezolana eternamente enamorada de Colombia y
defensora de las libertades y el Estado de Derecho
Excelente reflexión 🙌
ResponderEliminarEsperemos que nuestros hermanos colombianos puedan preseva el sistema democrático para seguir combatiendo la mentira, el crimen organizado y el narcotráfico que representa la izquierda.
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